
Siempre había querido ir a Irlanda. Al menos desde que visité por primera vez Reino Unido en 2011. Viajando en grupo, y guiada por locales, fue como me enamoré de la cultura, los paisajes y la gente del país. Una vez finalizado el viaje sería cuando me propondría sumar Irlanda y Escocia a mi lista de lugares que visitar más adelante.
Y aquí estoy ocho años después, cumpliendo una de esas metas que me había fijado.
Luar me hizo este súper regalo en forma de viaje por mi cumpleaños. Y no podía haberme imaginado uno mejor. El viaje en sí consistía en una ruta en auto caravana/furgoneta durante nueve días recorriendo Irlanda a nuestro antojo.
La primera parada fue Dublín. Disfrutamos de la capital como verdaderos locales siguiendo las recomendaciones de Gerry, nuestro host irlandés de Airbnb. Además, Paula, que estuvo un año de Erasmus en la ciudad, también nos chivó una lista de sitios que los locales suelen frecuentar.
El vídeo es breve, pero resume bastante bien la experiencia ?.
No quise protagonizar una de esas escenas de turista agobiada que tiene una lista infinita de lugares a los que ir y que debe visitar por obligación para luego presumir en redes sociales (sin disfrutar, además). Así que, opté por escoger unos pocos lugares donde verdaderamente gozar tanto del lugar, como de la gente que había en él (a poder ser, locales). Eso sí, nada de sitios hasta arriba de turistas. Quería algo real. El resultado fue el del vídeo.
En un día, opté por disfrutar de Phoenix Park, Love Lane, Temple Bar, The Quays y Umi Falafel. Además de apreciar más los lugares que visitaba, también añadía más calidad a mi viaje, disfrutándolo más. Cada visita fue una sorpresa.
En Phoenix Park me tomé un té calentito en una especie de caseta que hay en mitad del parque, relajada, disfrutando de las vistas y de lo que estaba tomando. ¡Además el personal era muy agradable! Optamos por este parque porque queríamos ver los ciervos que allí había en libertad. Al preguntarle por ellos a una irlandesa que trabajaba allí, nos dijo que teníamos que desviarnos un poco de nuestra ruta, andando un rato en dirección opuesta y no siendo seguro que los viésemos. Decidimos seguir con lo que habíamos planeado.
En Love Lane, tuve la sensación de adentrarme en el corazón de la ciudad, de vivir un poco más de cerca el arte callejero y de incluso sentir que formaba parte de él.
En Temple Bar, en la plaza, sentí y vi con mis propios ojos lo que era una ciudad llena de vida. Ese día hacía sol y los irlandeses habían aprovechado para salir a sus calles a charlar, beber y disfrutar. Se podía saborear la felicidad.
En The Quays viví como una verdadera irlandesa una tarde tradicional llena de música. En el pub había música en directo que te hacía querer reír, cantar y bailar sin parar. Estaba hasta arriba de grupos de amigos irlandeses que te contagiaban su alegría y buen rollo. La sensación fue mágica. Me sentía como una irlandesa más allí. Quería que el tiempo se parase.
En Umi Falafel cenamos. Fue nuestra apuesta ya que Luar es vegano. La comida estaba deliciosa (lo mejor son los sandwiches sin duda) y el personal era lo más. No eran locales, eso sí, pero hablaban español (eran latinos en su mayoría) y, además de ser serviciales, la sonrisa la tenían siempre puesta. Un punto extra al sitio.
¡Y a dormir! ? (al día siguiente tocaba visitar otro lugar e ir a por la caravana temprano).
Esta fue mi apuesta para vivir un día en Dublín como una local y la verdad es que no me arrepiento de nada. ¿Harías como yo y visitarías pocos sitios para disfrutar más? ¿O crees que visitando muchos disfrutarías igual? ¡Estoy deseando que me cuentes!